Friday 16 November 2018

EL TRABAJO DE HORMIGA


De la oscuridad que parece emerger tan fácilmente de los noticieros, hay una realidad que no es conveniente mostrar: el trabajo de hormiga.
Quien las ha observado se da cuenta que esos insectos no paran, y que su trabajo, aunque pequeño o desapercibido para nosotrxs, a ellas las convierte en un océano de movimiento en constante cooperación, que sostiene la vida de su comunidad.

Hay un trabajo de hormiga sucediendo en el mundo de los humanos tambien: cada día, alrededor del planeta, hay una labor que no es mencionada en las grandes plataformas; desde la humildad de sus barrios, de sus escuelas, de sus lugares de trabajo, desde bodegones, desde las calles, en sus propias casas, miles de personas abren caminos alternativos: invirtiendo su tiempo y su energía para educar de una manera diferente a nuevas generaciones, poniendo el hombro para crear oportunidades para aquellos que el sistema dejó atras; buscando recursos que reconstruyan comunidad.
Mientras caminamos embelesadxs por las luces fluorescentes del capitalismo, que promocionan la separación, la codicia y la competencia como si fueran nuestra única realidad, su fulgor trata de no dejarnos ver que a nuestros pies, pisando la misma ruta, hay un movimiento humilde y dinámico de individuos trabajando por la vida, a pesar del fulgor. Y es un trabajo sin pretensiones, sin poses. 
Se trabaja porque no queda de otra; porque se lucha o no se vive; porque las dudas mejor te las tragas un poco con el café; porque no hay tiempo; porque es ahora o ya no es.
O simplemente porque ignorar la mano vulnerable, no es más una opción.

Pero en ese esfuerzo, aparentemente invisible, hay ya una victoria: el darse cuenta que la esperanza somos nosotros.

A lo largo de mi vida he tenido el placer de observar, de sentirme inspirada y finalmente
Sesión de reconexión
en un proyecto comunal

rendirme a ese trabajo fuera de las plataformas. La “gente-hormiga” se encarna en trabajadores comunitarios, madres, vecinos, artistas, sindicalistas, estudiantes, campesinas, activistas y más. Su mensaje de solidaridad, su confianza, pasa por conversaciones públicas, talleres, intercambio de experiencias, proyectos comunales, arte de conciencia, caravanas por la paz, organización de barrios, radios piratas, boletines, murales, y más, mucho más.
Y ahí se aprende que el 'paso a paso' cuenta, que no hay esfuerzo que sea “insuficiente”. Que TODO es suficiente.
Porque en el paso a paso es donde vamos conociendo nuestra fuerza, y el entendimiento de lo que de verdad estábamos necesitando.

Cuando los grandes amos llenan los noticieros de ego y decepción, en los rincones humildes del hormiguero se trabaja a contraviento. Allí, cada individuo se convierte en tejedora, tejedor, de una red que termina sosteniendo nuestra esperanza.
De nudo en nudo, nos va salvando de la tragedia.

Porque en el corazón del hormiguero late el corazón de la gente.

Y lo veo hoy, como el poema que exhalamos cuando creemos que ya no nos queda aliento.
Como la canción de victoria que buscábamos, pero que se canta sin micrófonos; vive recitándose en las esquinas, y así viaja por el mundo como un susurro que despierta e inspira.
Imparable. Invencible. Inevitable.

Es un arte de hormiga,
un tapete de amor,
tejiéndose humildemente
en el ojo del huracán. 

A. 

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